Liderar y envidiar, no es vivir en paz.
Vivía en la propia casa, de un señor muy opulento, un zapatero contento, con su suerte muy escasa.
Cantando pasaba el día, siempre alegre el zapatero, si le faltaba dinero, le sobraba la alegría, y al rico desesperaba aquel eterno cantar, que dormir ni descansar ni un momento le dejaba.
¡Yo te haré callar, bribón! Y mataré tu alegría –dijo el ricachón un día- harto de tanta canción.
Y al zapatero, su vecino hizo llamar al momento, el que cantando y muy contento, al ver al ricachón, vino al momento.
- ¿Cuánto al año ganas? Le dice.
- No llevo cuenta, es según se me presenta. Unos menos y otros más.
- Pero ¿aproximadamente?
- No lo sé, señor.
- Me es extraño…
- Yo comiendo todo el año, ya está mi cuenta al corriente. Tengo dinero, lo gasto, no lo tengo, no me apuro, mi alimento es seguro.
Alegría a todo pacto, si trabajo y buen humor, no envidio a gente rica, pues nunca gasto en botica, ni visitas al doctor.
- Mas… ¿si hallaras por azar la fortuna algún día, creo que te gustaría?
- ¡Toma! Pues no me habría de gustar…
- ¡Pues toma!
Y repleto de dinero, puso en su mano un bolsón.
- ¿Y esto a qué santo es presente?
- El que yo te he querido hacer, por el gustazo de ver como vives grandemente.
Agradeció y sin cantar. Volvió el buen hombre a su hogar con su bolsón de dinero, dueño de tal cantidad, que nunca vio mayor.
Perdió el hombre el buen humor y la dulce tranquilidad. Desde entonces siempre temiendo, siempre vigilando alerta, siempre atrancando las puertas, siempre de las gentes huyendo, sin sueño por reposo a cantar ya no volvió más; y bien pronto comprendió que, antes era más dichoso.
¡Jesús! En hora menguada -se dijo el zapatero- tomé el dinero que me dio este caballero, y no me sirve de nada.
Para qué quiero este oro si desde aquel triste día, he perdido la alegría y de salud un tesoro.
Y cogiendo el gran bolsón, a casa del rico fue con el propósito de ir a hacer la devolución.
- Tome – le dijo- aquí está el oro que usted me dio. Le agradezco la merced, pero no la quiero ya.
- Pero, ¡tú eres un borrico! O quizá algún majareta... No vi dilate mayor… Ni desaire ni irrespeto.
- Para ser feliz, señor, no necesito ser rico, con poco vivo aquí abajo mientras Dios no me llame arriba.
Sólo quiero mientras viva: Paz, salud y trabajo. En esta breve existencia, niños hay que procurar, tener paz en el hogar, en reposo la conciencia, y afición a trabajar.
Por LYLO
Publicado en: Libertad es una Llave
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